martes, 29 de enero de 2013

Aaron Swartz y el Open Acces

Hacía ya un tiempo que no escribía de nuevo en el blog. No encontraba la necesidad o el tema sobre el que comentar, pero ciertamente llevaba ya unos días pensando en realizar alguna nueva entrada. Y lo vi claro cuando me enteré de la noticia del suicidio de Aaron Swartz.

Aaron Swartz era un genio de 26 años, norteamericano y que desde los 12 años estuvo implicado en un monton de temas de desarrollo de internet y alrededores: creador del RSS, de Open Library, etc. Y además un activista de todo lo que tuviera que ver con el acceso libre a los datos.

Durante un tiempo se dedico a publicar artículos científicos para su difusión, y eso provoco que en el año 2011 fuera acusado de descarga ilegal de 4,8 millones de artículos y documentos y, según la denuncia, para compartirlos en otros sitios web (aunque no tienen evidencias de esto). En este mes de enero iba a tener la vista de su juicio en la que se enfrentaba a una multa de hasta 4 millones de dolares y a más de 50 años de prisión. Fue hallado muerto en su apartamento 15 días antes de este juicio.

Sus padres han declarado que su hijo uso su talento, su conocimiento, no para lucrarse sino para realizar un mundo mejor.


Las ideas de Aaron Swartz están recogidas en “El manifiesto por la Guerrilla del Open Access”, que podéis leer en las siguientes líneas :

La información es poder. Pero, como todo poder, están aquellos que quieren mantenerlo para ellos solos. El patrimonio científico y cultural del mundo, publicado a lo largo de los siglos en libros y revistas, está cada vez más digitalizado y encerrado por un puñado de corporaciones privadas. ¿Quieres leer los documentos que presentan los resultados más importantes del mundo científico? Necesitarás enviar enormes cantidades de dinero para editoriales como Reed Elsevier.

Están aquellos que luchan para cambiar esta situación. El Movimiento Open Acces ha luchado con valentía para garantizar que los científicos no pierdan sus derechos de autor, sino que, en vez de eso, que su trabajo sea publicado en internet bajo términos que permiten el libre acceso a cualquiera. Pero, incluso en los mejores escenarios, no habrá efecto retroactivo y solamente se aplicaría a los documentos publicados en el futuro. Todo lo publicado hasta ahora continuaría sin ser accesible.

Supone un precio muy alto. ¿Obligar a los investigadores a pagar para leer el trabajo de sus colegas? ¿Digitalizar bibliotecas enteras pero permitiendo solo al personal de Google que pueda leerlas? ¿Ofrecer artículos científicos para los que están en universidades de élite del Primer Mundo, pero no para los niños del Tercer Mundo? Algo así es escandaloso e inaceptable.

Hay algo que podemos hacer, algo que ya se está haciendo: contraatacar.

Aquellos con acceso a esos recursos –estudiantes, bibliotecarios, científicos– a todos vosotros os fue otorgado un privilegio. Mientras el resto del mundo está bloqueado, vosotros os dais un banquete de sabiduría y conocimiento. Pero vosotros no necesitáis –en verdad, moralmente, no debéis– mantener este privilegio exclusivamente para vosotros. Tenéis el deber de compartir eso con el mundo. Y vosotros tenéis las contraseñas, tenéis que intercambiar las contraseñas, y llevar a cabo los pedidos de descarga de vuestros amigos y colegas.

Mientras tanto, aquellos que fueron bloqueados no están de brazos cruzados. Apareces a través de agujeros de seguridad y te saltas las vallas, liberando así la información encerrada por las editoriales y compartiéndola con tus amigos.

Pero toda esta actividad transcurre en la oscuridad, en un escondido subsuelo. Se le llama robo o piratería, como si compartir una riqueza de conocimientos fuese el equivalente moral a abordar un navío y asesinar a su tripulación. Pero compartir no es inmoral es un imperativo moral. Solamente aquellos ciegos por la codicia negarán a un amigo hacer una copia.
Las grandes corporaciones, evidentemente, están ciegas por la codicia. Las leyes bajo las que ellas operan exigen exactamente eso, sus accionistas se rebelarían por ganar menos. Y los políticos sobornados aprueban leyes dándoles el poder exclusivo para decidir quién puede hacer copias.

No hay nada justo al seguir leyes injustas. Es hora de salir a la luz y, en la gran tradición de la desobediencia civil, declarar nuestra oposición a este robo privado de la cultura pública.

Tenemos que tomar la información, esté donde esté almacenada, hacer nuestras copias y compartirla con el mundo. Tenemos que tomar material que está protegido por derechos de autor y añadirlo al archivo para que pueda ser descargado

Tenemos que comprar bancos de datos secretos y colocarlos en la Web. Tenemos que descargar revistas científicas y subirlas a las redes de intercambio de archivos. Tenemos que luchar por la Guerrilla del Open Access.

Si somos los suficientes, alrededor del mundo, no solo vamos a mandar un fuerte mensaje de oposición a la privatización del conocimiento, vamos a convertirlo en algo del pasado. ¿Quieres unirte a nosotros?

Aaron Swartz
Julio 2008, Eremo, Italia.


Mi opinión sobre el tema es de sobra conocido: apoyo, difundo, fomento y hago todo lo posible porque se establezca el software libre, y no solo eso sino también el libre acceso a la información y al conocimiento. Lo contrario, desde mi punto de vista, es limitar el desarrollo de la gente con un unico objetivo partidista y lucrativo. ¿Que ocurriría si mañana patentarán el aprendizaje de la lectura o de la escritura? Nadie que no tuviera suficientes recursos económicos para pagarselo sabría leer ni escribir. Por otro lado, esto también nos está ocurriendo con las semillas, patentandolas y obligando a los agricultores a gastarse ingentes cantidades de dinero en su compra y sin posibilidades de reproducirlas ellos mismos.

En fin, creo que con esto hay bastante para reflexionar y sacar cada uno sus conclusiones que no tienen que ser las mismas que las mismas.

Libertad de pensamiento. Libertad para acceder al conocimiento.


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